En los últimos 40 años varios estudios norteamericanos han demostrado que las mujeres sufren más disfunciones sexuales que los hombres. Una nombrada investigación titulada “La frecuencia de las disfunciones sexuales en parejas normales” (1978), de los especialistas E. Frank, C. Anderson y D. Rubinstein, establecía una prevalencia de problemas sexuales en parejas, de un 40% para los varones y un 60% para las mujeres.
Otros doctores como David Nathan, que durante la década del ochenta evaluó la frecuencia con la que se presentan estas complejidades en las parejas, ubicaba el problema entre del 1 al 15% en hombres y del 1 al 35% en mujeres.
Más que ellos
Por su parte, en 1990, I. P. Spector y M. P. Carey encontraron una prevalencia del 4 al 10% de la población, y al final de la década, E. O. Laumann, A. Paik y R. C. Rosen fijaron una preeminencia del 31% para los hombres y 43% para las mujeres, de acuerdo con la Guía de Buena Práctica Clínica en disfunciones sexuales del Ministerio de Sanidad de España, publicada en 2004.
Para la psicóloga y miembro de la organización española Actio-Psicología Aplicada, Raquel De Laorden, estas cifras no distan mucho de las actuales. Según la especialista, “el 43% de la mujeres sufren algún trastorno sexual, por un 35% de los hombres”.
Sin embargo, muchas féminas todavía no conocen esta realidad. Creen, erróneamente, que las disfunciones de este tipo solamente afectan a la población masculina. Como le ocurrió a Rosario Gómez, una joven de 25 años, quien comenta que, tras nombrarle algunas disfunciones sexuales, se sintió “desconocida” y afirma que, “creía que este problema solamente le sucede a los hombres”.
Disfunciones
Palabras como vaginismo, constricción involuntaria de los músculos de los genitales femeninos al intentar el coito, o dispareunia, dolor genital recurrente asociado con la relación sexual, siguen siendo extrañas para muchas mujeres. “La falta de conocimiento sobre este tipo de temas facilita que se produzcan estos trastornos”, según comenta la médica y miembro de la Asociación de Especialistas en Sexología, Ana Belén Romero.
Sin embargo, en 2012 esta problemática femenina resonó fuerte en los medios, cuando apareció una encuesta realizada por la Universidad del Chicago (EE.UU.) y que fue publicada en el Journal of the American Medical Association, en 1999. El estudio concluyó que la prevalencia de las disfunciones sexuales es más alta en las población femenina que en la masculina, y especificó que, “el 43% de las mujeres ente 18 y 59 años ha experimentado algún tipo de disfunción sexual a lo largo de su vida”.
Esta encuesta, sin embargo, fue más allá y logró averiguar qué tipo de trastornos sexuales eran más comunes dentro de la población femenina. El resultado: el 21% de las mujeres entre los 18 y los 29 años afirmaban que sufría algún tipo de dolor durante la relación sexual, mientras que el 27% habla de experiencias “poco placenteras”.
En esta línea, el Departamento de Urología y Psiquiatría de la Universidad de California (EE.UU.), aseguró “que cerca del 40% de las mujeres nunca han buscado tratamiento o ayuda” para estos problemas. /
Desconocerse
¿Por qué la población femenina continúa escondiendo este tipo de disfunciones cuando se ha establecido que la salud sexual es parte integral de la vida humana?
A modo de ejemplo, existe una escena de la serie de televisión norteamericana “Orange is the new black”, que ilustra la razón de esta dificultad. En medio de una conversación, una de las carcelarias se percata de lo poco que conoce sus genitales. No sabe cuál es su verdadera apariencia, ni cómo funcionan, lo que la lleva a indagar sus partes íntimas con la ayuda de un espejo.
Este caso, si bien forma parte de la ficción, es más común de lo que parece. De Laorden apunta que “muchas mujeres desconocen su propio cuerpo y sus genitales, en concreto la función del clítoris”.
Educación sexual
¿Qué pasa, entonces, con las jóvenes que nunca han tenido relaciones sexuales por miedo o desinformación? ¿O con aquellas que todavía no tienen una adecuada educación sexual y, además, tienden a relacionar esta práctica con el sentimiento de culpabilidad? ¿Están más propensas a padecer un trastorno sexual relacionado con el dolor?.
Para la médica y especialista en salud sexual Ana Belén Romero, “este tipo de trastornos están relacionados con el aspecto psicológico y pueden originarse, incluso, durante las primeras relaciones sexuales”.
Estos problemas se deben a factores como el miedo a la intimidad, unido al temor de rechazo por parte de la pareja, a una inadecuada educación y a la asociación del sexo con la inmoralidad o con el sentimiento de culpabilidad, así como al papel de las mujeres en las relaciones sexuales, en donde prevalece la idea de satisfacer al hombre, según indica De Laorden.
Romero insiste que este tipo de ideas todavía “pesan mucho en nuestra cultura y deben desmitificarse”.
Llama la atención, por ejemplo, sobre la concepción de la masturbación femenina. Asegura que, “todavía es un completo tabú en nuestra sociedad”.
10 CONSEJOS PARA MEJORAR LA SEXUALIDAD
De acuerdo con la experta y miembro de la Asociación de Especialistas en Sexología Ana Belén Romero, estos son los pasos que debería seguir una mujer que presume tener algún tipo de disfunción sexual y está interesada, no solamente en superarlo, sino en enriquecer este ámbito de su salud, a través del auterotismo.
Normalizar el concepto de masturbación para desmitificar y eliminar culpas o vergüenzas. Para esto debe consultar con un especialista en Sexología.
Favorecer un espacio de la propia intimidad. Se aconseja dedicarse un tiempo a solas, sin prisas o preocupaciones.
Conocer la anatomía genital y sus funciones. Esto, mediante una autoexploracion que le permita visualizar los genitales. Para esto puede utilizar un espejo.
Autoestimularse sexualmente, con el objetivo de obtener placer y conseguir un orgasmo. Se puede seguir los pasos descritos en el libro “Técnica de entrenamiento en masturbación” de Lobitz y LoPicolo, pero siempre guiada por un especialista en Sexología, que atiende al aspecto psicológico y emocional de la disfunción y que adapte los tiempos y los ejercicios a las características físicas y las necesidades psicológicas de cada mujer.
Estimular las fantasías sexuales, a través de películas y lecturas eróticas.
Utilizar juguetes adecuados y lubricantes, obtenidos en tiendas especializadas.
Hacer partícipe a la pareja, dejando ver como la mujer se masturba, así se fomenta la fantasía sexual, la autoconfianza en sí mismo, y la complicidad.
Desear desearse. Dejarse quererse por sí mismo y disfrutar con ello, haciendo conscientes las sensaciones placenteras que se obtienen con el orgasmo en las prácticas masturbatorias, con el fin de incorporarlas plenamente.
Ceder a la curiosidad y ampliar las experiencias placenteras, para nuevas formas de estimulación, sin vergüenza.
Autovalorar el cuerpo como lo más precioso y preciado que se tiene.
ALGO NATURAL
Frente a esto, la psicóloga y sexóloga Cristina Martínez, asesora de la Asociación Española para la Salud Sexual, apunta que, “las mujeres, a diferencia de los hombres, no nos atrevemos a vivir la masturbación con naturalidad y eso crea un gran desconocimiento de su propia sexualidad”.
Martínez afirma, además, que “por lo general la mujer está acostumbrada a que sea el hombre quien descubra su propio placer sin pasar por ella misma y esto se debe a que muchas jamás han explorado su área genital, lo que genera un ocultismo o un mayor tabú en la mujer que en el hombre”.
En suma, según Romero, “para evitar problemas sexuales la mujer debe ponerse en manos de un experto que le ayude a resolver esas disfunciones y, una vez que juntos han encontrado dónde está el problema, puede favorecer su vida sexual con el autoerotismo”.
Esto, en definitiva, “le permite desechar miedos, tabúes y vergüenzas, porque la base del conocimiento del cuerpo femenino es también fundamental para evitar trastorno sexuales.
Es verdad que si una mujer no conoce ni siquiera su anatomía, si no conoce cuáles son sus puntos erógenos, ni qué caricias le pueden formular un orgasmo, difícilmente puede comentárselo a su pareja y saber qué es lo que realmente le gusta”, concluye Romero.
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