Hace unas décadas se relacionaba a los kilos demás en las personas con la riqueza, se supone que esto era así porque se creía que una persona bien nutrida debía verse rellena y saludable.
En la actualidad, se vincula la mal nutrición o la obesidad con la pobreza, ya que la comida rápida y procesada es más barata y se prepara en menor tiempo o ya viene lista para ser consumida.
Según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), 800 millones de personas sufren hambre en todo el mundo, 2 millones padecen mal nutrición y otros dos millones son obesos, lo cual nos da una idea de la situación de alimentación de las personas en el planeta.
Países con economías sólidas como China o México implantaron programas que lograron reducir el hambre de manera exitosa, pero ahora se enfrentan al problema de aumento de la obesidad.
En países como Estados Unidos, donde la comida rápida abunda, las personas pobres la consumen mucho porque es más fácil de conseguir y sobre todo más barata. En lugares como Filipinas, donde el fideo tiene un costo más bajo que el arroz se consume más ese alimento que al estar elaborado con harina blanca y ser procesado, es decir, no natural, las posibilidades de mal nutrición aumentan, sin ir lejos esto está ocurriendo en Latinoamérica, más aún en Bolivia.
Los alimentos elaborados con harina blanca no sólo no son muy nutritivos sino que también engordan y pueden llegar a provocar obesidad.
Entre los nuevos objetivos de desarrollo de Naciones Unidas están la lucha contra el hambre, una mejor nutrición y la agricultura sostenible. La ONG denominada FIAN, considera la nutrición como un derecho humano y sugiere que el tema de la calidad de los alimentos debe figurar en la agenda internacional de los países del mundo.
Mientras tanto, en Bolivia se intenta combatir el problema del hambre y la correcta nutrición con cereales como la quinua, el amaranto y otros, que en este país son de muy buena calidad, aunque su producción no recibe el incentivo estatal necesario, pues se vio en estos granos una solución al problema de la alimentación mundial, pero se olvidaron de lo que ocurre en casa.
La buena noticia para los bolivianos es que productos naturales como las verduras, hortalizas y granos tienen precios módicos y al alcance de todo bolsillo, sólo falta educación e incentivo sobre su consumo para que la ciudadanía esté mejor nutrida.
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