En las etiquetas de los productos que consumimos diariamente, el azúcar se camufla bajo nombres como jarabe de maíz, maltosa o sacarosa. Este ingrediente, que con frecuencia pasa desapercibido, está presente en cantidades preocupantes en alimentos y bebidas que, a simple vista, parecen inofensivos o incluso saludables. Sin embargo, su consumo constante puede transformarse en una amenaza silenciosa para nuestra salud, acumulándose poco a poco como una auténtica bomba de tiempo.
“Es importante que las personas aprendan a identificar los diferentes nombres del azúcar en las etiquetas. Términos como dextrosa, fructosa o jarabe de glucosa no son familiares para la mayoría de los consumidores, pero representan formas de azúcar añadida que pueden elevar significativamente su consumo diario. ”, explica Magaly Bishop, dietista, especialista en nutrición clínica y docente de la carrera de Medicina de la Universidad Franz Tamayo, Unifranz.
Una lata de refresco contiene hasta 35 gramos de azúcar, equivalente a nueve cucharaditas, superando con creces lo que un adulto debería consumir en todo un día. Por su parte, los yogures con frutas, populares por su apariencia saludable, aportan entre 12 y 18 gramos de azúcar por porción, mientras que los cereales para el desayuno rondan los 15 gramos en tan solo 30 gramos de producto.
“El problema no solo radica en los productos evidentemente azucarados, como las gaseosas, sino también en aquellos que parecen saludables. Muchas personas creen que los yogures con frutas o los cereales integrales son opciones ideales, pero suelen estar cargados de azúcares añadidos para mejorar su sabor. Este tipo de engaños contribuye al exceso de azúcar en la dieta diaria de manera silenciosa”, añade Bishop.
El consumo excesivo de azúcar está relacionado con problemas graves de salud, como obesidad, diabetes tipo 2, enfermedades cardiovasculares y caries dentales. Además, se ha identificado como un factor clave en el aumento de enfermedades metabólicas, incluso en poblaciones jóvenes.
“El azúcar tiene un impacto multifacético en la salud. Por un lado, contribuye al aumento de peso, pero también está vinculado a la resistencia a la insulina, que puede desencadenar diabetes tipo 2. Además, el consumo excesivo de azúcar se ha relacionado con un mayor riesgo de desarrollar enfermedades cardiovasculares debido al incremento de triglicéridos en la sangre. Estos efectos no son inmediatos, pero son acumulativos y altamente peligrosos”, comenta la especialista en nutrición.
Los alimentos ultraprocesados son los principales culpables. Contienen cantidades ocultas de azúcar que no siempre percibimos al consumirlos. Por ejemplo, una salsa para pasta o un aderezo para ensaladas pueden tener tanto azúcar como una barra de chocolate. Es fundamental educar a la población sobre esto, especialmente a los padres, para proteger a los niños de un consumo excesivo desde edades tempranas.
Por ese motivo, la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda una ingesta reducida de azúcares a lo largo de toda la vida, esto se traduce en que tanto niños como adultos deben disminuir el consumo de azúcares libres a menos del 10% de la ingesta calórica total; es decir que el consumo de los azúcares libres no debe ser mayor a 200 kcal por día.
“Adoptar hábitos de alimentación conscientes no significa eliminar por completo el azúcar de la dieta, sino aprender a moderarlo. Cocinar en casa, optar por frutas frescas en lugar de jugos azucarados y revisar siempre las etiquetas son pasos pequeños pero significativos para mejorar nuestra salud. Además, involucrar a la familia en estas decisiones puede ayudar a construir un estilo de vida más saludable en conjunto”, señala la experta consultada.
Las campañas de concienciación y las políticas públicas que regulen la cantidad de azúcar en los alimentos procesados son fundamentales para abordar este problema de salud pública. Es necesario que los gobiernos trabajen en conjunto con la industria alimentaria para establecer límites claros, fomentar el etiquetado transparente y garantizar que los consumidores tengan acceso a opciones más saludables
“La industria alimentaria tiene un papel fundamental en esta lucha. Es necesario que haya más regulaciones que limiten el uso de azúcares añadidos en los productos procesados y que las etiquetas sean más claras y directas. Los consumidores tienen derecho a saber exactamente qué están comiendo para tomar decisiones informadas”, concluye Bishop.
El azúcar no solo es una fuente de energía, también puede ser un enemigo silencioso si no se consume con moderación. La clave está en tomar decisiones más informadas para proteger nuestra salud y la de las futuras generaciones.
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