El consumo de alimentos poco saludables, como carnes procesadas y bebidas azucaradas, ha superado en las últimas dos décadas al consumo de productos saludables, como frutas y verduras, en la mayoría de lugares del mundo, según un informe publicado por la revista británica “The Lancet Global Health”.
Un equipo internacional de investigadores, dirigido por Fumiaki Imamura, de la Universidad de Cambridge (Reino Unido), realizó un estudio para evaluar la calidad de la dieta en 187 países, cuya población suma casi 4.500 millones de adultos.
Los autores de la investigación advierten de que el estudio presenta un “panorama preocupante” por el aumento de los hábitos alimenticios poco saludables y aseguran que es “necesaria una acción conjunta para revertir esta tendencia”. Las personas que viven en algunas de las regiones más ricas del mundo, como Estados Unidos, Canadá y Australia, siguen las dietas más pobres en calidad debido a su alto consumo de alimentos poco saludables.
El estudio mostró que, en general, las personas mayores y las mujeres siguen mejores dietas, con alimentos más saludables.
“Para el año 2020, las proyecciones indican que las enfermedades no contagiosas representarán el 75 % de todas las muertes. Por lo que mejorar la dieta tiene un papel crucial en la reducción de este porcentaje”, señala Imamura en “The Lancet Global Health”.
AMENAZA
De acuerdo con muchos científicos, el comer por compulsión y ser adicto al azúcar además de ser una de las principales amenazas para la salud humana, se equiparan al efecto que tiene la cocaína u otros fármacos. Sin embargo, los tratamientos existentes pueden perjudicar los comportamientos de alimentación normales y cruciales para la supervivencia del ser humano.
Un estudio publicado en la revista Cell revela la existencia de un circuito neural relacionado con la recompensa que controla específicamente el consumo compulsivo de azúcar en los ratones, pero que no impide la alimentación necesaria para la supervivencia de un organismo, proporcionando así una nueva manera de crear un tratamiento seguro y eficaz para los seres humanos.
A pesar de que la obesidad y la diabetes tipo 2 son los principales problemas de nuestra sociedad, muchos tratamientos no abordan la causa primaria: los malos hábitos alimenticios. “Nuestros hallazgos son emocionantes porque plantean la posibilidad de que podemos desarrollar un tratamiento que frene selectivamente la compulsión por comer sin alterar el comportamiento de alimentación saludable”, explica el autor principal del estudio, Kay Tye del Instituto de Tecnología de Massachusetts o mejor conocido como el MIT.
COMPULSIÓN
El comer en exceso es un tipo de comportamiento de recompensa, similar a la adicción a las drogas. La diferencia clave entre ambos comportamientos es que la alimentación es vital para vivir, cuestión que exalta la necesidad de separar los circuitos cerebrales implicados en la acción de comer por compulsión y comer de forma normal.
Tye y su equipo analizaron una vía neuronal entre hipotálamo lateral y el área tegmental ventral (regiones cerebrales supuestamente implicadas en conductas relacionadas con la recompensa como comer, tener sexo y la adicción a las drogas) por medio de una técnica llamada optogenética que implica la modificación genética de poblaciones específicas de neuronas que controlan la excitabilidad neuronal para luego activar o inhibir esas células por medio de luces azules o amarillas.
La activación de la vía del hipotálamo lateral y el área tegmental ventral en los ratones bien alimentados causó que los roedores se sobrealimentaran y buscaran consumir azúcar más veces, aún incluso si recibían electrochoques para obtener la sustancia dulce. Por el contrario, la inhibición de la misma vía redujo este comportamiento compulsivo, pero no disminuyó la búsqueda normal de alimentos en los animales hambrientos.
En tu piel
La aparición de arrugas y papada puede ser el resultado de ingerir mucha comida procesada. Mientras el organismo digiere el azúcar, esta se une al colágeno y daña la funcionalidad de las moléculas (un proceso llamado glicación). El almíbar de maíz con alta fructuosa causa hasta 10 veces más glicación que la glucosa (el azúcar que se encuentra en almidones). Reconstruye el colágeno al ingerir alimentos que contengan lisina, como el pescado, carnes magras y lácteos bajos en grasa. También puedes conseguir una buena crema antiarrugas.
En tu cerebro
Cuando el azúcar llega a tu estómago, el nivel de actividad de la orexina- un neurotransmisor que te mantiene en vigilia- se desploma y nubla tu cerebro, causando sueño, hasta por tres horas. Según un estudio publicado en la revista Neuron, puedes contrarrestar el efecto si ingieres proteínas. También, aunque menos práctico, toma un descanso de tres horas antes de intentar ser productivo.
En tu cintura
La fructosa, que usualmente se añade a las comidas procesadas- hasta aquellas que se consideran saludables, como el pan integral- hace que la energía caiga a nivel celular. “Esto hace que el metabolismo se ponga lento y que haya mayor almacenamiento de grasas”, menciona el autor del libro The Sugar Fix, Richard J. Johnson. “Por esto es que los osos comen muchas bayas antes de hibernar: para almacenar grasa”, añade.
En tu estado de ánimo
Investigadores en la Universidad de California encontraron que personas que comen aproximadamente dos docenas de gramos de azúcar de una sentada (lo promedio en una barra de dulces) tuvieron un empujón repentino de energía, pero una hora más tarde reportan que la intensidad de vivacidad baja y aumenta el nivel de estrés.
En tu páncreas
Una soda o bebida energizante al día aumenta el riesgo de que desarrolles diabetes en un 26%. Expertos destacan que el cerebro no está diseñado para registrar las calorías en estas bebidas, por lo que no te sentirás lleno y comerás en exceso. Toma líquidos con electrolitos y sin azúcar, como agua de coco y aléjate de las bebidas “para atletas” que terminen en “ade”.
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