Para evaluar el estado nutricional, desde el punto de vista de la dieta, es decir, para saber si los alimentos
que comemos contienen y aportan suficiente cantidad de nutrientes se usan como estándares de
referencia las denominadas ingestas recomendadas (IR) que se definen como la cantidad de energía y
nutrientes que debe contener la dieta diariamente para mantener la salud de virtualmente todas las
personas sanas de un grupo homogéneo (97.5% de la población). Existe un procedimiento consensuado
que consiste en tomar como IR una cifra equivalente al requerimiento medio más dos veces la desviación
estándar del requerimiento. Esto se hace así para todos los nutrientes excepto para la energía.
En este caso, reflejan el nivel medio, ya que sobreestimar las IR de energía y recomendar un nivel de
energía alto para cubrir las variaciones entre individuos, podría dar lugar a obesidad en la mayor parte de
las personas. Las IR de energía se definen como aquel nivel de ingesta que se corresponde con el gasto
energético para un tamaño y composición corporal y un nivel de actividad física determinados. Pueden
estimarse a partir del gasto correspondiente a la tasa metabólica en reposo y a la actividad física
desarrollada a lo largo del día.
La cifra incluye una cantidad suficiente de cada nutriente para que queden cubiertas las necesidades, tras
descontar todas las posibles pérdidas que se producen desde que el nutriente está en el alimento hasta que
llega al organismo y también las pérdidas debidas a la incompleta utilización como consecuencia de la
variabilidad individual en los procesos de digestión, absorción y metabolismo. Por ejemplo, la cantidad de
hierro necesaria diariamente para que este nutriente realice satisfactoriamente todas sus múltiples
funciones es de aproximadamente 1 mg (necesidad/requerimiento). Sin embargo, en la práctica es
necesario ingerir 10 veces más (10 mg/IR), debido principalmente a que la digestibilidad del hierro, es decir,
el porcentaje absorbido con respecto del ingerido, es muy baja (10‐15%).
El concepto de ingesta recomendada considera igualmente la calidad del nutriente en el alimento
consumido o las modificaciones que sufren los nutrientes cuando los alimentos se someten a diferentes
procesos culinarios, industriales, de conservación, etc. Por ejemplo, la ingestas recomendadas de vitamina
C ‐la vitamina más sensible, la que se pierde en mayor cantidad en los procesos culinarios‐ serán mayores
en aquellos grupos de población que la obtengan en su mayor parte de alimentos cocinados.
También son diferentes para cada individuo en función de su edad, sexo, actividad física (que modifica
principalmente las necesidades de energía) y en el caso de la mujer, según el posible estado fisiológico de
gestación o lactancia. Por ejemplo, las necesidades de calcio o proteína están muy incrementadas durante
la adolescencia, por ser ésta una etapa de intenso crecimiento o durante la gestación.
La distinta composición corporal entre hombres y mujeres (éstas tienen mayor proporción de grasa,
metabólicamente menos activa) da lugar a diferencias en las necesidades de energía. También en las
mujeres, durante toda la vida fértil, las ingestas recomendadas de hierro son mayores debido a las pérdidas
que se producen durante la menstruación. Igualmente, las personas que fuman y beben habitualmente,
pueden tener aumentadas las necesidades de algunas vitaminas antioxidantes como la C, E y los carotenos.
Las ingestas recomendadas vienen expresadas por persona y día. Esto, sin embargo, no quiere decir que la
dieta tenga que estar ajustada día a día a las recomendaciones. Habitualmente se juzga la dieta media de 7‐
15 días aproximadamente, pues una persona bien alimentada, con un adecuado estado nutricional, tiene
suficientes reservas corporales de nutrientes para cubrir las posibles variaciones diarias en la ingesta de
dichos nutrientes. Es decir, no es imprescindible que cada día tomemos los 60 mg de vitamina C necesarios,
si en el curso de una semana la cantidad media consumida coincide con la recomendada. Esto simplifica
enormemente la programación de dietas para personas sanas, pues es difícil ajustar diariamente la ingesta
de cada nutriente a las necesidades.
Las ingestas recomendadas están recogidas en las tablas que los organismos competentes de cada país han
preparado para la población a la que van dirigidas.
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