Actualmente se sabe relativamente poco sobre el COVID-19, y mucho menos sobre su efecto en mujeres embarazadas y sus bebés, y aún NO hay recomendaciones firmes sobre este subgrupo de población. No obstante, debido a la transmisión del COVID-19 que puede presentarse sin síntomas,
las mujeres embarazadas que hayan tenido un posible contacto deben ser monitorizadas (5). A pesar de que actualmente no existen pruebas directas para establecer si las mujeres embarazadas con COVID-19 tienen mayor riesgo que las no infectadas (43), existen pruebas indirectas de SARS que así lo sugieren y se recomienda monitorizar durante 2-4 semanas (44,45), y deben ser consideradas mujeres con mayor riesgo. Existen pruebas muy limitadas de los efectos del COVID-19 en los desenlaces del embarazo (46–48). Por el momento, no se registró ninguna transmisión de madre a feto (5).
Las mujeres embarazadas que presentan sintomatología leve puede que inicialmente no requieran ingreso hospitalario y se puede considerar el confinamiento en el hogar, siempre que sea posible y que se puedan monitorizar mínimamente (44). Evidencias indirectas sugieren que la neumonía
grave se asocia con una alta tasa de mortalidad materna y perinatal, por lo que en casos de sintomatología grave, debe acudirse a urgencias para ser evaluada y tratada adecuadamente, o en su caso, seguir los protocolos establecidos por las autoridades sanitarias para estos casos (44). El modo de nacimiento debe individualizarse a cada caso, según indicaciones gineco-obstétricas y preferencias y deseos de la mujer.
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